¿Quien no recuerda a sus maestras o maestros? Talvez usted recuerde muy poco a quienes le cuidaron y enseñaron en el Kindergarten y en la Escuela Primaria. O quizá usted tuvo también la suerte que a mí me tocó. De la etapa del Kindergarten recuerdo a una bella y elegante señora, de nombre Carmen. Parecía una estatua de Venus vestida y adornada con buen gusto, a los ojos de un infante de 3 o 4 años. Años más tarde no había perdido ni la elegancia ni la belleza, pero las arrugas no habían perdonado la porcelana sanguínea de su tez. ¿Qué me enseñó? No lo recuerdo, pero sí, que su presencia engalanaba los amplios corredores y salones de aquel Jardín de Infantes.
Terminada la etapa parvularia de 3 años, estaba listo para las letras del primer grado. Allí si he de agradecer a doña Luz, -una paciente, simpática y joven señora que bien pudiera tener la estampa de las actrices mexicanas de las películas de los años 50´s- que iluminó mi vida con el alfabeto y me dió buenas bases para la educación primaria. Por ella me hice lector diario del periódico y las caricaturas (comics), a mis cortos 7 años de edad. Supe que murió joven, probablemente al dar a luz a uno de sus hijos.
En el segundo grado, doña Rosa era maestra muy dedicada y exigente. La dolencia permanente de un tobillo, la exasperaba. Además de cojear levemente, el dolor le arruinaba el carácter muy temprano en la mañana. De ella recuerdo que me dio la geografía de la vida. Por ella me di cuenta de las latitudes donde habría de transcurrir mi infancia y mi adolescencia.
En el tercer grado, aprecié el cariño maternal de doña Hilda. Era una madre joven de dos niños cuyo padre compartía otro hogar. A pesar de su dolor de esposa traicionada, jugaba con discreta tranquilidad su rol de madre y maestra. Doña Hilda me enseño a redactar, a ser líder y a apreciar las ciencias de la naturaleza. Años después, por la fineza de su cara, llegué a pensar que tenía un ligero parecido a doña Silvia Pinal.
En el cuarto grado, doña Esther me sorprendió a mis 10 años, con las realidades de la maternidad. Los 9 meses de clases, sus alumnos fuimos testigos de como iba aumentando cada día su vientre. No pudo terminar el año porque se graduó ella primero como madre y nos tocó acelerar el fin de clases. Era maestra seria, responsable pero muy jovial. Creo que aproveché bien mi aprendizaje, pues por tercer año consecutivo mantuve el primer lugar de mi clase.
El quinto grado lo alcancé a los once años. Aquel año tuvimos una maestra joven y soltera, guapa y de excelentes modales. La clase se formaba de niñas y niños. Todos los muchachitos nos enamoramos de la señorita Naomi. Parecía un espectáculo de BlancaNieves y 20 enanos. Logré establecer una relacion privilegiada con la maestra gracias a mi decisión de seguir siendo el mejor de la clase. Pero no me importó que me diera el segundo lugar, después de que una niña de ojos cafe miel se ganó por buenísima conducta el primer lugar.
Y el sexto grado, que significaba el fin de la Escuela Primaria, es el que mejores recuerdos me dejó. La Maestra Gloria era una bella normalista casada con un no menos apuesto ingeniero. A algunos nos parecía el perfil de una diosa romana. Tenía un defecto casi imperceptible. Como tenía sus labios ligeramente delgados, se ponía el lápiz labial un poco afuera del contorno de su boca casi perfecta. Además de haberme reconocido todo el año como el mejor estudiante, me preparó para la entrada en la educacion secundaria. !No se puede olvidar jamás a maestras tan interesantes! La deuda hacia ellas es impagable, porque además de contribuir a nuestra formación, nos hicieron los días agradables y valiosos. Con maestras de este tipo, no hay excusa para quedarse bruto. Me parece. !Salud maestras de hoy!